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viernes, 28 de marzo de 2008

Nunca es tarde.

A golpes, contra el suelo, desahoga su rabia y su miedo.
Intenta comprender, porqué sufrir le toca a él...
Despierta, llorando, en medio de su noche oscura
y en su soledad se encuentra sentado al borde del abismo
y el dolor, lo empuja sin piedad...

Se esconde tras los libros,
ya ni en la escuela lo dejan,
notitas de amenaza, que le llegan a su mesa,
la paciencia se le agota y no sabe bien qué hacer
si contar lo que le pasa, o guardárselo pa’ el...

Y rompe a llorar, cada despertar,
por miedo a enfrentarse a su dura realidad.
No entiende por qué se debe callar,
y el miedo roba las palabras para hablar.
Intenta reír, hablar sin temblar.
Pero los insultos duelen más que cada golpe que le dan...
Sólo... Piensa que es mejor no haber nacido
que vivir para llorar.

Empieza otro día dispuesto a romper su cobardía,
no quiere sufrir más, y está cansado de llorar...
Le cuenta a sus padres cada golpe
y cada insulto que ha tenido que aguantar.
Confía y no huye,
por fin se queda atrás su oscura realidad.
Ya no se encuentra solo,
tiene alguien a su lado,
ellos le han dado la vida que a la fuerza le quitaron.
Y sufrieron en silencio todo lo que sufrió él.
Ahora el miedo se ha acabado y forma parte de su ayer...

Y rompe a reír, cada despertar,
sin miedo a enfrentarse a su nueva realidad,
no entiende por qué se pudo callar,
y el miedo robó las palabras para hablar.
Ya puede reír, hablar sin temblar.
Se siente arropado por personas que por siempre le querrán.
Ahora piensa que es mejor haber hablado que vivir para llorar.

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